07.04.2014
DESCUBRIENDO EL JARDÍN BOTÁNICO
DE MADRID… LA ESTUFA DE LAS PALMAS
No recuerdo con exactitud cuándo fue la primera vez que
entré en el invernadero de la Estufa de las Palmas… sé que era pequeña. No sé
si iba con mis padres, o fue en una visita escolar. La cuestión es que son de
esas imágines que se quedan grabadas de por vida. Si ahora cierro los ojos la
puedo ver con exactitud… plantas, muchas plantas, un estanque, nenúfares, peces
de colores… desde aquel momento cada vez que necesitaba algo de sosiego evocaba
esa imagen una y otra vez. Todavía lo sigo haciendo, pese a que muchas otras
imágenes del mismo lugar se han superpuesto en mi retina.
El Jardín Botánico es uno de mis lugares favoritos no ya
de Madrid, sino de este planeta. Llevo visitándolo infinidad de años ya…
recuerdo perfectamente como siendo adolescente me iba con un libro de rosas, o
de plantas aromáticas y me sentaba allí durante las tardes de muchos viernes
aprendiendo de manera autodidacta todo lo que podía.
Más tarde mientras realizaba la carrera fue visita
obligada de manera continua para poder ver in situ todas aquellas especies
botánicas que teníamos que aprender.
Hoy en día, voy por el simple hecho de pasear,
fotografiar, relajarme y dejarme llevar por unas horas, leyendo, no obstante, todo
los cartelitos con los nombres de las plantas, para evitar de esta manera
oxidar mi memoria botánica.
Pero tengo una rutina. Siempre, siempre, siempre el
primer lugar al que me dirijo es al antiguo invernadero. Fue construido en el siglo XIX para dar exhibir
y dar cobijo a plantas tropicales incapaces de resistir en el exterior los
rigores del clima madrileño.
¿Pasamos a verlo?
Entrar en él, no es solo como un viaje a climas
tropicales de frondosa flora, sino incluso como un viaje en el tiempo, hacia épocas
remotas donde la tierra estaba cubierta de exuberante vegetación.
Por todas partes donde posamos nuestra vista vemos
plantas tropicales, acuáticas, helechos, musgos,... que necesitan de un nivel de
humedad constante, y por supuesto del calor del sol.
Un lugar donde poder relajar la vista observando toda la
gama de verdes posibles.
Un lugar que sirve de refugio, de evasión, de paréntesis
en la ajetreada vida diaria… un lugar que nos reconecta con nosotros mismos.
Un lugar en el que dejarse abandonar al ritmo del tiempo
constituye todo un placer
La visita ha finalizado. Y quién sabe… si os animáis a
visitarlo tal vez me podáis encontrar allí, sentada junto al estanque, leyendo,
escribiendo, mirando los peces de colores, o simplemente dejando volar mi mente
entre toda esa vegetación que llena este magnífico espacio.
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